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Veintinueve otoños

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Veintinueve otoños llenan mi vida ¿Por qué no primaveras? Porque de las cuatro estaciones que viví en el último año: Renegué del invierno No sentí la primavera y,  casi desfallezco bajo al verano.  Al contrario, hace un año el otoño me recibió con los vientos que tumban las hojas.  Los árboles llevaban un año esperándome para desvestirse ante mis ojos.  Por eso, quiero recordar mis años, como el otoño en que me recibió Europa. Como el otoño que me abría las puertas para vivir los mejores doce meses de mi vida.  Como el otoño que me preparó para el sórdido frío invernal. Como el otoño que me hizo querer desear la tardía primavera del norte.  Como el otoño que me abrió paso al seco verano español.  Pero sobre todo: como el otoño que hoy se repite en el mes de septiembre. Ya no en Europa. Ya no con la primera amiga italiana y compañía europea, a quien le debo mi felicidad inicial. Ya no con las dos amigas oriundas del mediterráneo con quienes comp

Oda a un extraño

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Nunca te he visto. Nunca te he tocado. Ni siquiera te he rozado. No me enamoré de ti en el transporte público, No me enamoré de ti en la barra de un bar con olor a tabaco. No me enamoré de ti… El no predomina en este poema Pero yo te daría un sí Así olvide tu nombre, Así olvide tu rostro. No olvidaré tu banda favorita. No olvidaré que odias los bizcochos No olvidaré que extrañé a un extraño, O tal vez lo olvide todo. Pero antes de que suceda el olvido Antes, mucho antes de todo, Te dejo un extraño Pero sincero sí.

Mi lugar favorito

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Recuerdo que a partir de que cumplí alrededor de ocho años en adelante, escribí tantas cartas de amor a mi mamá como Florentino Ariza a Fermina Daza. Solo por si alguien me quiere tachar de mentirosa, por ahí las tiene ella guardadas en cajoncitos bajo llave. Era casi que un ritual anual por su cumpleaños dejar posar sobre el papel mis admiraciones y desbordantes halagos. Con cada carta que le entregaba, ella replicaba que tanta belleza en mis palabras solo las decía porque ella era mi madre y no porque fuese así. Pero la verdad por sí sola la develaba el ahínco con que mi crayola escribía sobre el papel. Su segundo nombre es Cecilia, y es con el que la doy a conocer a mi mundo en sociedad. Hace 56 años abrió por primera vez sus ojos verdes, verde vida, verde naturaleza, mi verde favorito. Se declara amante del color rojo, lo cual denota con vehemencia su pasión por la vida y por todo lo que la rodea. Hoy, como cuando era niña, vuelvo a escribirle con la misma fuerza y exage

El occiso

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Ilustración: Takato Yamamoto. — ¡Estoy hasta el cansancio! — se dijo Melita —, de expresarle mi amor a través de conversaciones melómanas, cinéfilas y literarias. —L e prosiguió un suspiro lleno de incertidumbre. Conservó la calma, o bien podría decirse, la ficción a la que le gustaba nombrar con esa palabra. —No te quiero —recordaba las palabras escritas en la conversación del chat. El desamor la tenía llena de salpullidos. La situación se había vuelto insoportable al punto en que su piel era su delator: los calmantes para el dolor le habían producido ictericia. No soportaría verlo a la cara una vez más. No soportaría que cuando él le dijera: “Mira ésta película”, “lee éste libro”, “vayamos juntos a la librería”, “escucha ésta canción”; las únicas palabras que vería salir de sus labios, serían “no te quiero”. El desamor no solo le pesaba toneladas, sino que la enfermedad se propagaba por todo su cuerpo. La piel amarilla empezaba a descascararse y por donde camin

El realismo mágico en El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez

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Resumen A la luz de un análisis conceptual e histórico, el presente ensayo pretende exponer los elementos de realismo mágico contenidos en la obra El amor en los tiempos del cólera (1985) del escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) . Es conocido que es Cien años de soledad (1967) la novela cumbre por la cual le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura y por la cual se le atañe no solo su fama sino su representación como exponente del realismo mágico Latinoamericano; sin embargo, este estudio pretende hacer una lectura de una de sus obras que, en principio solo podría enmarcarse dentro del género del romance. Por supuesto que para comprender lo mágico realista en esta obra de América Latina, antes será necesario describir el viaje que ha realizado el término « realismo mágico » no solo en cuestiones geográficas (del continente europeo al americano) ; sino de género artístico (del post-expresionismo pictórico a la literatura). Para llevar a cabo lo anterior,

La gota fría

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Emiliano Zuleta Baquero (compositor de La gota fría) y Carlos Vives. Imagen:  Revista  SoHo  No. 068, noviembre de 2 005 La gota fría sonó y resopló en el bar de Galicia me acorraló la canción; mitos, coplas, leyendas y versos. ¿Por qué una gota fría? Cuentan que al preso de la mazmorra le tocó una gotera en la celda que lo condenó como a Sísifo la piedra, al preso le tocó lidiar con la gota día y noche, noche y día pero siempre fría. Una oleada de recuerdos me salpicó como las olas del Mar Caribe y del Océano Pacífico con el agua que baña una tierra golpeada por guerra, por dolor, pero también con el agua que moja una etnia tricolor. En el bar comprendí tantas cosas por ejemplo que soy de una tierra que goza, baila y se abraza. También entendí que no hay tanta distancia entre mis versos y los versos del hermano Zuleta, entre el guajiro y yo existe una misma intención: una alegoría de nación.

Todo huele a él

Todo huele a él, mi desesperación, mi nostalgia, mi resignación. Si en algo fallé  esa es la cuestión,  su profundidad telepática me confunde, me arrastra y  me lleva de nuevo a la nada. Días de gloria merecen  hoy éste dolor al menos lo amortigua y no produce arrepentimiento. Increíble sensación furtiva  esa que me indujo en sorpresa emocional sólo hoy aterrizo, sólo ahora me quema su ausencia. Expectativa aterradora  recorre mis venas para dar sólo un paso más, que no quiero uno sino infinitos más escalofriante resurgir. Él no contesta no es que ya no me quiera, es que no quiere volver pero ése no es el problema, el problema es que todo huele a él. Luisa Fda. Ortegón Sepúlveda.